Desde hace muchos años decimos que el Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano es un programa optimista.
Decir eso nos obliga a rescatar otra palabra robada por un discurso muy instalado en nuestra cultura, dedicado a raptar palabras y vaciarlas de significado. De hecho, decir optimista es, para algunos, casi decir tonto, pueril o alguna cosa por el estilo. El optimismo es asociado a una actitud voluntarista , una actitud que tiende a decir que todo va a estar bien porque uno hace fuerza para que así sea, como el desear que salga un número en la ruleta cerrando los ojos y frunciendo la cara para que los dioses sean benévolos porque tienen que serlo.
El optimismo en el Programa tiene que ver con entender que todo lo humano tiene sentido. Nos demos cuenta o no, lo tiene...porque nosotros podemos dárselo.
Nuestros talleres son muy variados, y los hay de danza, tejido o trámites ligados al dolor y a la muerte. En todos ellos habita la voluntad de ofrecerle o construirle un sentido a la vida fortaleciendo ese deseo estando juntos.
Carlos Campelo, el creador del Programa de Salud Mental Barrial, decía que el optimismo es una de las condiciones para ser un animador dentro del mismo. Las otras eran la solidaridad y la autocrítica, pero nosotros hoy profundizaremos en lo que es el optimismo y el horizonte que éste abre para que los vecinos despleguemos las posibilidades personales y comunitarias que hacen que la vida sea más digna de ser vivida.
En los talleres los animadores saben o merecen saber que es mejor lo que es que lo que hubiese sido, que es mejor lo que pasa que lo que podría haber pasado, que es mejor lo que somos que lo que podríamos haber sido. Todo simplemente porque ese hubiera o hubiese no es real, no existe, y el nuestro es un programa que comparte lo que hay, no lo que no hay (que se me disculpe la obviedad).
Nosotros creemos que es mejor ser que no ser. Creemos que no hay nadie tan pobre que no tenga nada para dar. Creemos que la nada no existe y todo lo humano es algo y que sobre eso se comparte. Hasta el dolor es algo que, trasmutado en el compartir, puede pasar a ser algo bendito cuando el que lo ha sufrido lo transforma en sabiduría que ayuda a otros y a sí mismo.
Toda situación humana tiene un punto de luz. El que sufre por amor lo hace porque supo amar, el que perdió lo hace porque alguna vez ganó.....
Campelo se peleaba con la ley de Murphy y decía que todo lo que anda mal alguna vez anduvo bien... porque para que algo se descomponga antes tuvo que estar compuesto.
Algo raro pasa en este Programa que muchos llegan con un problema y se van con el mismo problema, pero están contentos. Lo que pasa es que , si bien el problema no cambió, ellos sí lo hicieron. Ese cambio generalmente está ligado al descubrir la posibilidad de compartir y ventilar aquello que, dentro de la propia mente, corroe todo, pero que al salir en los grupos, se transforma en una experiencia compartida y oxigenada.
Por supuesto, el compartir no siempre es amable, tierno y comprensivo. El compartir es lo que es, en ocasiones en clave de ternura pero, a veces, también se vive en clave de discusión, de broncas, de palabras que taladran....., pero eso es signo de estar vivos y despiertos. De hecho , hay un refrán del programa que dice que todo está bien siempre que estemos dispuestos a revisarlo de forma compartida. Con eso se quiere significar que lo bueno o malo de algo está dado por el sentido que le demos, no por lo que las cosas son en sí mismas. Eso nos da una gran libertad frente a los avatares de la vida ya que, estando juntos, es posible encontrarle o construirle sentidos a las circunstancias, aún las más duras. Para nosotros, eso es la Salud Mental.
Miguel Espeche