Muchas personas confunden, a la hora de evaluar la calidad de las acciones del Programa Salud Mental Barrial, y aprecian cada una de las acciones por su contenido, y por el efecto de ellas sobre la población cubierta por esas acciones. No deja de ser un error. La evaluación de la eficacia del Programa debe hacerse en términos de la satisfacción de los señores animadores, y de los efectos de las acciones sobre ellos. El Programa Salud Mental Barrial se integra con dos tipos de animadores:
1.- Vecinos que se acercan al Programa en posición de carencia, sosteniendo alguna "falta", buscando algún tipo de ayuda del orden de la psicoterapia.
2.- Vecinos que en posesión de alguna habilidad y/o deseo de servir, se proponen evacuar ese deseo en términos programáticos.
En el primer caso, el coordinador general trabaja con el consultante definiéndole un foco de preocupación, y haciendo de él un eje temático o dramático de un taller, curso o seminario.
En el segundo caso, el candidato a animador trae un asunto en el que es hábil, como proyecto de trabajo, y es función del coordinador general custodiar el cumplimiento de lo que cada coordinador se ha propuesto, protegiendo al proyecto de los ataques y sabotajes que su propio autor suele infligirle.
Algunas veces, cuando el vecino voluntario (que se ofrece para evacuar su voluntad de servir, o su deseo de explorar una temática) tiene un título universitario, puede ocurrir, aunque no es muy frecuente, que reclame explícita o sordamente, alguna retribución económica. Ese reclamo, en el Programa Salud Mental Barrial, como en otros servicios, significa que el compromiso inicial (aprendizaje, oportunidad de servicio al barrio), se ha diluido, postergado o corrompido.